Consejo Informal de Asuntos Generales. Coimbra, 17 de mayo de 2021
Señora Presidenta del Consejo de la Unión Europea, Ana Paula Zacarias,
Señoras y Señores miembros del Consejo, representantes de los Estados miembros de la Unión Europea,
Permítanme, en primer lugar, agradecerles la invitación a estar hoy aquí con ustedes en representación de los Presidentes de las Regiones Ultraperiféricas de la Unión Europea.
De hecho, convirtiéndose en Europa, hace siglos, en los albores de la modernidad, nuestras Regiones proyectan Europa más allá del continente europeo hacia el Sur, y al Oeste, hacia el Océano Índico.
Tanto es así que el éxito de los ensayos llevados a cabo en estos laboratorios vivientes, que son nuestras regiones, ha hecho que ellas crezcan y se desarrollen, incluso las ha convertido en el centro de atención del sistema internacional. Correlativamente, el fracaso en la experimentación ha conducido sencillamente al abandono, a la desertización y a la casi condena a una economía de subsistencia. Un poco por todas nuestras regiones encontramos una especie de fantasmas que registran con elocuencia esta realidad.
Además, esta condición histórica es la responsable directa de las necesidades que estas regiones siguen presentando en materia de inversiones básicas que les permitan aprovechar los instrumentos que la Unión pone a disposición de todos para construir la modernidad: en materia de infraestructuras y de condiciones básicas capaces de permitir la fijación de las poblaciones y de preparar el camino para el recurso a las nuevas políticas europeas. Aprovechar al máximo el potencial de la digitalización, la economía verde, la economía azul, la economía circular, la descarbonización y el cambio climático requiere una inversión fuerte, temprana, diferenciada y continua en las infraestructuras de transportes y comunicaciones, en los servicios sanitarios, en la educación, en la cultura, en el empleo y en los múltiples sectores de la vida contemporánea.
Nuestras Regiones, siendo de hecho laboratorios privilegiados en los que la Unión Europea puede ensayar el futuro, son también comunidades humanas que valen por sí mismas.
Tanto en una dimensión como en la otra, merecen que se les proporcionen los instrumentos necesarios para cumplir con estas dos dimensiones que las conforman. Por un lado, como laboratorios, necesitan las condiciones, el equipamiento y los recursos para poder realizar pruebas y experimentos. Por otro, como comunidades humanas y partes constituyentes de pleno derecho de la Unión, necesitan que se les garanticen las inversiones que permitan a sus respectivas poblaciones tener las condiciones y la calidad de vida que caracterizan a la Europa contemporánea.
De hecho, fue precisamente por esta razón por la que se adoptó el Estatuto de la ultraperiferia que, desde entonces, se ha consolidado en un acquis de la Unión Europea.
La ultraperiferia no es un concepto circunstancial, y mucho menos virtual.
Hay nueve regiones en la Unión Europea, que forman parte de tres Estados miembros, que comparten características comunes y que determinan una experiencia específica del proceso de integración europea.
Por estar muy alejadas del continente europeo, por tener una superficie reducida y una topografía y un clima difíciles, por depender económicamente de un número reducido de productos, tienen serias dificultades para estar a la altura de las demás regiones europeas en la aplicación de las políticas de la Unión.
Esto es la ultraperiferia: un doble reconocimiento. Por un lado, de la identidad y realidad específica que comparten las nueve regiones de tres Estados miembros que dicen formar parte de ella. Por otro, de la necesidad de que la Unión Europea desarrolle medidas y apoyos específicos que les permitan compensar las características que la naturaleza les ha brindado para que puedan disfrutar de la plena ciudadanía europea.
Por ello, el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea prevé la adopción de medidas específicas destinadas, en particular, a establecer la aplicación de los Tratados a estas regiones, incluidas las políticas comunes capaces de garantizar la plena realización de los objetivos de una Europa única en cada una de ellas.
Esto es lo que nosotros, las Regiones Ultraperiféricas, esperamos de las instituciones de la Unión Europea: la afirmación de nuestra plena ciudadanía europea, comprometidos como estamos con la afirmación de los valores y objetivos de la Unión Europea.
Por ello, acogemos con satisfacción la reciente decisión de la Comisión de revisar la Estrategia de la Unión para nuestras regiones. Estamos aún más satisfechos con el enfoque que han adoptado para hacerlo, que empieza por consultar a nuestras regiones. La nueva estrategia para las RUP debe desarrollarse con las RUP.
Las características establecidas en el artículo 349 del Tratado, su acumulación y persistencia, tienen una repercusión clara y directa en los numerosos sectores que componen la vida moderna, desde la agricultura y la pesca hasta el transporte y la energía, pasando por la educación, la sanidad, la cultura y el deporte, y plantean exigencias muy específicas para su disfrute. Se trata de una realidad que la actual pandemia ha puesto de manifiesto de forma especialmente dolorosa y que, por tanto, exige la adopción de medidas específicas capaces de responder a las exigencias adicionales de garantizar la igualdad de derechos de la ciudadanía europea a los habitantes de las Regiones Ultraperiféricas. Es precisamente para eso que sirve la ultraperiferia, tal como definida nos Tratados e establecida doctrinalmente por el Tribunal de Justicia allá por 2015.
Esto es lo que esperamos de la nueva estrategia de la UE para las RUP, con cuya construcción nos comprometemos plenamente: las medidas necesarias para el pleno cumplimiento de los objetivos de la construcción europea que han quedado sin cumplir, además los que ahora la Unión reclama en la construcción de la Europa Social, también en nuestras regiones, de ahí la necesidad de políticas específicas para las RUP en los ámbitos del empleo, la sanidad, la educación y la cultura. Una vez garantizadas estas condiciones básicas, nuestras regiones se complacen en asumir el renovado reto que se les plantea al crear, en cada una de ellas, laboratorios de futuros posibles para la Unión. En la exploración espacial, en las geociencias y la vulcanología, en la vigilancia del clima y del medio ambiente, en la economía azul, en la tecnología digital … y es cierto que, más que espacios más o menos ascéticos, o meros experimentos utilitarios, nuestras regiones son comunidades humanas que valen por sí mismas y que no renuncian a los deberes y derechos de la plena ciudadanía europea.